Enfermedad inflamatoria intestinal (EII)
La enfermedad inflamatoria intestinal comprende dos enfermedades, a saber: la colitis ulcerativa que afecta principalmente la mucosa del colon; y la enfermedad de Crohn, en la cual la inflamación puede afectar cualquier parte del tracto digestivo, desde la boca hasta el ano, e incluso puede afectar otros órganos. Es una enfermedad que tiene dos rangos de edad para su aparición, entre los 15 y los 30, y entre los 50 y 80 años, pero ha aumentado su aparición en niños. No es hereditaria, pero existe predisposición familiar. Sus principales síntomas son: dolor abdominal, diarrea, fiebre, pérdida de peso, y sangrado intestinal; en los niños afecta el ritmo de crecimiento. Asimismo, se pueden presentar manifestaciones extraintestinales, principalmente en la enfermedad de Crohn, que afectan la piel, los ojos o las articulaciones.
¿Cuál es su evolución?
Es una enfermedad crónica, no tienen cura pero sí tratamiento, e inclusive pueden desaparecer los síntomas por largos períodos de tiempo. Hay pacientes que cursan episodios o crisis de síntomas moderados o graves y que, en ocasiones, desarrollan complicaciones como estenosis (estrechez del intestino), abscesos o fístulas (comunicaciones o túneles entre órganos) a nivel intestinal o perianal; otros permanecen asintomáticos. La adherencia al tratamiento farmacológico favorece la buena evolución de la enfermedad.
¿Qué medidas terapéuticas existen?
Depende de la severidad y de la extensión de la enfermedad, es decir, del grado de compromiso de la mucosa intestinal. Se debe realizar un diagnóstico a partir de imágenes de ecografía y resonancia magnética, pruebas de laboratorio y exámenes endoscópicos para clasificar la enfermedad y direccionar el tratamiento; en caso de complicaciones graves o falta de respuesta al tratamiento, puede
requerir cirugía.
¿Cuáles son las alternativas de tratamiento y medicamentos?
El objetivo principal es controlar el proceso inflamatorio de la mucosa intestinal, el cual desencadena los síntomas. Las metas del tratamiento son control de la enfermedad, control de síntomas y curación de la mucosa intestinal; se utilizan medicamentos antiinflamatorios específicos para la enfermedad,
inhibidores o moduladores del sistema inmunológico, terapia biológica y/o antibióticos, dependiendo de cada caso particular. La cirugía es el último recurso.
¿Qué calidad de vida se espera?
Los resultados del tratamiento son más favorables cuando se incorpora a su estilo de vida, mejores hábitos de alimentación y actividad física, siendo fundamental mantenerse en seguimiento clínico constante y adherirse al tratamiento farmacológico. El pronóstico de vida es igual al de una persona que no padezca la enfermedad y con los tratamientos disponibles, es controlable.
¿Qué consideraciones se deben tener en cuenta para la alimentación?
Existen diferencias en la alimentación dependiendo de si se encuentra cursando una crisis o si está en fase asintomática. En términos generales, se recomienda una dieta alta en proteínas para favorecer la cicatrización de la mucosa intestinal, baja en fibra y grasas y de fácil digestión. Es importante mantenerse bien hidratado, con el objetivo de reponer los líquidos y electrolitos perdidos en los episodios de diarrea, y extremar las medidas higiénicas en la preparación de los alimentos, debido al compromiso del sistema inmunológico y la consecuente susceptibilidad a adquirir infecciones.
Ansiedad y Estrés
Se pueden presentar cambios a nivel físico, emocional o conductual relacionados con el estrés que puede generar la enfermedad o, por el contrario, tener episodios de estrés y ansiedad que empeoren los síntomas o produzcan recaídas. Algunas manifestaciones de ello son dolor de cabeza, insomnio, tensión muscular, irritabilidad, cambios de humor, conductas compulsivas, entre otras. Por ende, es importante contar con una red de apoyo que acompañe en las fases de la enfermedad, tanto en el círculo cercano como en el ámbito de la atención en salud. Es necesario abandonar los pensamientos negativos, buscar el apoyo de personas de confianza, fomentar una actitud positiva y mantenerse activo son estrategias que favorecen el manejo del estrés y la ansiedad en el transcurso de la enfermedad.